Lo que nadie te cuenta del fracaso es que muchos de los que tanto lo intentan, aquellos que quiebran empresas pero se les ve impertérritos, a gusto con la vida, con cuatro danacoles, tienen detrás un colchón, una serie de soportes, una "network" que les permite protegerse, recuperarse y salir airosos de la cantidad de mierda que un fracaso económico deja por el camino.
No es lo mismo fracasar en el amor, que es algo que queda entre tú y la persona amada, que fracasar en los negocios: eso queda entre tú, los empleados que se han ido a la calle, el juez, y aquel señor tan amable del banco que te dejó la pasta para, por ejemplo, el local o la maquinaria.
De toda esa mierda no se recupera uno a no ser que haya una red de gente que te acoja, te escuche, te apoye, pague ciertas deudas o, incluso, te ponga un plato caliente encima de la mesa.
La cosa es que no llevamos bien los grises y, al leer todo esto, puedes acabar pensando que es mejor no hacer nada, no intentarlo, no moverse.
Y no. Es justo al contrario.
Inténtalo, juega, prueba, tira todos los triples que puedas y haz lo que consideres oportuno pero ten en cuenta dónde estás, cuál es tu lugar en el mundo y dónde puedes llegar con las cartas que la vida te ha dado.
No con las que te va a prestar el banco.
No con las cartas que le viste a aquel señor, de apellido compuesto y familia muy bien que un día te dijo que él ya había quebrado tres empresas y que, ahora, mira tú por dónde, había conseguido su sueño.
Será tu pesadilla.
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